domingo, 5 de enero de 2025

No hay palabra inocente pero existe la palabra inocente.

La palabra inocente

Los lectores desconfían de los medios que algún medio les dice que no son de confianza


Fotografía falsa, publicada como inocentada en el Diario ABC el 28 de diciembre de 1914, en la que un zeppelin aterriza en San Sebastián
Archivo ABC (Album)



No hay palabra inocente pero existe la palabra inocente —y en nuestros diccionarios aparece primero como el contrario perfecto de culpable. Toda persona es inocente mientras no se demuestre que es culpable, dice el sonsonete democrático. O sea: mientras la policía y la justicia y otros cuerpos poderosos del Estado no hayan conseguido y evaluado evidencias de que esa persona cometió tal o cual delito. Todo lo cual sería muy bonito si no fuera porque es bastante falso: en nuestras sociedades mediatizadas, una acusación sin mucho fundamento pero bien reflejada en radios, teles, redes y demás pasquines alcanza para que millones decidan que fulano o mengana son culpables de fechorías horrendas —y, por lo tanto, merecedores de la condena social o política que se les ocurra.


Lo curioso es que, en esos mismos diccionarios, ser inocente también es ser un poco tonto. La palabra latina in-nocens definía al que no era capaz de hacer daño, el no-nocivo. Y, de ahí, dos acepciones: el que no tenía la malicia suficiente como para dañar, por un lado, y por otro el que —supuestamente— no podía tenerla: el niño. De donde ese episodio siniestro de la tradición cristiana, que ninguna evidencia sostiene y cuenta que el rey Herodes, temeroso del nacimiento de un posible jefe revoltoso, mandó matar a todos los niños de Belén como si fueran de Gaza. Desde entonces cada 28 de diciembre los cristianos recuerdan a los Santos Inocentes, esos chicos asesinados para que no fueran mayores ni fueran a mayores, sus primeros mártires —y decidieron que, para evocarlos, lo mejor era contarnos chistes.


Siglos después, cuando aparecieron, los periódicos combinaron los dos sentidos de la palabra inocente y usaron su Día para incluir engaños basados en la supuesta inocencia de su receptor. Esos medios, que hacen de inocentes culpables, también hacen “inocentadas”.

(...)

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