lunes, 13 de marzo de 2023

‘La casa de Kyoko’

 

‘La casa de Kyoko’, el camino a la perfección de Yukio Mishima duele

La novela inédita del escritor japonés desentraña la evolución de cuatro personajes masculinos guiados por el estoicismo y el desapego del mundo


Yukio Mishima se dirige a los soldados de las Fuerzas de Autodefensa de Japón el 25 de noviembre de 1970 en Tokio, 
el mismo día en el que se suicidó mediante el ritual del 'harakiri', clavándose un arma blanca en el vientre.
JIJI PRESS / AFP / GETTY IMAGES


Yukio Mishima (nombre ­real: Kimitake Hiraoka) nació en Tokio el 14 de enero de 1925 y murió el 25 de noviembre de 1970 en la base militar de las Fuerzas Japonesas de Autodefensa en Ichigaya, Tokio, adonde había acudido con cuatro compañeros de militancia pertenecientes a la Tatenokai, que él mismo había fundado y que llegó a tener 300 afiliados. La Tatenokai, o Sociedad del Escudo, era un grupo paramilitar ultranacionalista de carácter reaccionario que pretendía volver al culto al emperador y a los valores tradicionales no occidentales a semejanza de los antiguos samuráis. Allí trató de arengar a la soldadesca para iniciar un golpe de Estado y, al fracasar, se dio muerte por el procedimiento del ritual del seppuku.


Mishima era un muchacho más bien enclenque. Su padre era un alto funcionario del Ministerio de Agricultura. En su infancia vivió junto a su abuela, vinculada a una familia de samuráis. Después fue enviado a una escuela elitista donde estudiaban los hijos de la aristocracia japonesa y, como en su caso, algunos hijos de burgueses acomodados. Su físico le creaba desdicha debido a su frágil complexión, pero poco a poco fue deshaciéndose de sus complejos, participando en actividades que mostraron su capacidad intelectual. Fue invitado a colaborar en la revista del colegio, que le publicó su primer relato a la edad de 14 años. En la adolescencia se ocupó tanto de empezar a manifestarse por medio de la creación literaria como de cuidar y desarrollar su cuerpo por medio del ejercicio, llegó a adquirir un desarrollo notable y se convirtió en un aventajado alumno de la esgrima kendo. Leyó a muchos clásicos occidentales y japoneses, lo que se manifiesta en su escritura, pero era contrario a la occidentalización de Japón. Su primera novela, Confesiones de una máscara, que obtuvo una gran repercusión, la publicó a los 24 años, y en ella están ya presentes la contención y frialdad hierática de la máscara tras la que ocultaba sus sentimientos y emociones.


Con la fundación de la Tatenokai se fue exacerbando, además, la pulsión de sacrificio y purificación inherente a él y también la fascinación por la sangre y la muerte como un culto al dolor y al esfuerzo de connotaciones heroicas. Lamentaba no haber podido servir como kamikaze en la II Guerra Mundial, muerte que habría considerado un honor supremo. La imagen del héroe bello y fuerte que sufre dolor en pos de un ideal le fascinaba, como puede verse en la fotografía (se fotografió muchas veces) en la que aparece semidesnudo imitando el martirio de san Sebastián, con el cuerpo asaeteado. Dolor y sufrimiento como aspiración de perfección y pureza.


Todo el preámbulo anterior es pertinente para entender el sentido de esta novela, que es una novela psicologista en imágenes donde cuatro jóvenes se enfrentan a la vida en el Japón de mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Pertenecen a una generación que se abre a la vida un decenio después de la hecatombe de Hiroshima y Nagasaki tras la que el emperador pacta la paz y renuncia a su divinidad. Sin embargo, no aparecen especialmente afectados por el desastre de la guerra, pues establecen entre sí una relación de camaradería muy masculina en la que los sentimientos están muy contenidos.


Los cuatro frecuentan una casa en la que vive una dama aún joven separada de su marido, con una hija de nueve años, Masako. La mujer se llama Kyoko, y su casa la frecuentan a menudo, juntos o separados, los cuatro amigos. “Allí, quien quería hablar hablaba a sus anchas, quien quería beber bebía y quien quería irse se iba, y todos se sentían en su propia casa”. En realidad Kyoko es un referente para ellos, una especie de hermana mayor que presta generosamente su casa a cualquier hora del día o de la noche para que la gente se reúna y pueda hacer vida social sin coacciones de ninguna clase. También acuden dos muchachas, Tamiko y Mitsuko, que ocasionalmente comparten cama con alguno de los diversos visitantes de la casa.


Los cuatro jóvenes amigos tienen, a ojos del autor, modos distintos de ser, distintas profesiones también, pero en su actitud vital hay una característica común: una suerte de frialdad o desapego aparente que lo que en realidad esconde es una ocultación de sentimientos, una especie de estoicismo que domina sus actitudes ante el mundo, al que parecen ignorar. La casa es, pues, para ellos una liberación, un lugar donde recogerse e incluso esconder las heridas, un modo de prescindir el mundo. Los distintos cuatro personajes valen a Mishima para mostrar sus obsesiones. En Confesiones de una máscara había ofrecido al lector su actitud de enmascaramiento como modo de supervivencia personal, donde asomaban ya sus tendencias homosexuales. Los cuatro amigos representan los cuatro aspectos sustanciales de la personalidad del autor: la pulsión artística en Natsuo, el pintor, afectado de un misticismo que lo extrae del mundanal ruido; el perfil atlético en Shunkichi, el boxeador; el nihilismo y la impavidez que están en la base de Seiichiro, el hombre de negocios, y, finalmente, el narcisismo en el culto al cuerpo de Osamu, el actor. La novela es el relato de sus mutaciones y su evolución, y el conjunto es un minucioso, detallado y moroso retrato psicológico servido con muy bellas imágenes.




La casa de Kyoko 

Autor: Yukio Mishima.


Traducción: Emilio Masiá López.


Editorial: Alianza Editorial, 2023.


Formato: tapa blanda (528 páginas. 24,95 euros) y e-book (14,99 euros).


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